Al cogerla tengo que tener cuidado.
Es como tartar de cargar un montoncito de agua
sin que se derrame.
Me siento en la mecedora,
la acuno,
y al primer quejido,
empiezo a dar leche como vaca tranquila.
Ella vuelve a ser mía,
pegadita a mí,
dependiendo de mí
como cuando sólo yo la conocía
y vivía en mi vientre.
Gioconda Belli
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